miércoles, 22 de julio de 2009

Un habitáculo.-Parte IV

“¡Bienvenido al mundo!”…y mientras, nos fundimos en un beso sempiterno y diabólico. Se disuelven en mis oídos aquellas palabras a la vez que se esculpe tembloroso un puente semántico incalculable que soy incapaz de surcar de una vez y para siempre…
Por fin lo crucé y otra ves resuena: “¡bienvenido…!”. Pero ya no estás aquí. El tiempo me advierte besándote tan apasionadamente como antaño, pero ya no estás. Entonces te beso y te volvés ceniza. Aun mis artilugios orales se conmueven ante tu creciente inferioridad, me voy condenando a la vigilia que provoca tu esencia y fumo y fumo y fumo…
¡Vaya supremo puente me sostiene! Ni siquiera lo veo… y de ser un nombre inventado, un misterioso alguien esperado en mis sueños te instituye vicio solitario; una marioneta de mis hábitos…no podré tolerarlo, quizá ni hoy ni mañana tampoco y fumo y fumo y fumo(ojala se extravíen todos los indicios de conciencia sobre tu insólita metamorfosis)…
Y sigo fumando…bien sabe mi dios que lo hago con el augurio de una terca y angustiante oscuridad. Mientras te contemplo, los mares embravecidos de este habitáculo se iluminan y empalagan de tu luz. Esa misma que te destruye y te consume a cuentagotas…
Sabrán los peldaños más oscuros de mis culpas el precio irreversible de este Apocalipsis lumínico que me torna ciego de a poco…
Te consumo y me consumo. Nos extinguimos sin un largo preámbulo…
Te apago. Ya no tengo armas. Abro mis ojos…
…Voces se oyen, frases retumban entre estos muros invisibles…y ya no veo.
Tras ese enigma sonoro se oculta algo cotidiano, algo que hasta mi fin voy a desconocer…¿será algo como una súbita comprensión de quienes no ignoran la necesidad de los vicios?, ¿o los susurros ininteligibles de unos imbéciles foráneos que nada saben de las batallas existenciales que a ellos subyacen? Nada de estos interrogantes importa a esta altura.
No hay luz, tampoco imagen. Soy un pac-man desesperado en las raíces opacas de una encrucijada imposible de sortear con la fortuna de la huída. Parpadeo rítmicamente, cierro mis ojos. A veces prefiero cerrarlos. Es más humano mantener algunos enigmas en el tesoro de las sombras que zozobrar irresoluto ante la respuesta de los sentidos…
Me niego a ver pero descubro que ni la negación existe. Aunque así lo quisiera, tampoco podría ver. La inmensa oscuridad me reduce, me encierra, me ahorca…siento que voy desapareciendo pero no sé cómo. No me duele. Pienso que la sensación debe ser análoga a la que llegara a sentir una inoportuna letra cuando comienza a ser desterrada del papel para dar lugar a un vacío mentiroso pronto a llenarse de otra congénere más propicia.
Soy un vicio ínfimo de este magno caníbal. No me veo pero comprendo que me borro. Seré la dulce causa del póstumo silencio. Me destierran de esta realidad…quizá siempre fui solo una letra que el anónimo poeta nunca idolatró…

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