miércoles, 22 de julio de 2009

Un habitáculo.-Parte III-

Me mantengo en silencio…vos también. Te miro y nos veo desnudos. Leo algo que escribí hace mucho tiempo…mucho:

“Me mantengo en silencio…El cigarro, sumiso al castigo fulgurante que le impongo, es la mejor arma que enarbolo en esta lucha contra el ventanal…”

Y leo y tengo un infinito dejavù, de tal modo que no siquiera puedo levantar el semblante y mirarte. ¿Qué me pasa? Te digo en esa condición:

-¿Tenés un cigarro?-
-Sí-me respondés.
-Encendélo-te digo.

Pensaba para mí: “es la mejor arma que enarbolo en esta lucha contra el ventanal…”. Empezaste a fumar y hablabas sin cesar. Me contaste tantas historias como hojas en la otoñal acera. Al fin te pude mirar y te encontré desnuda y callada, lejana y satisfecha, conocida y desconocida. Fumabas lento, iluminando con cada pitada los rincones opacos que nos circundaban y envolvían en el crepúsculo del tic-tac del reloj.
Me decís:

-Una vez fui a la plaza, ¿te acordás esa de las cuatro avenidas?. Y había un tobogán. ¡Hacía tanto tiempo que no veía uno! Y con lo que me gustan. Me subí. Estaba contentísima. ¡Feliz! Me solté desde lo alto y me dejé deslizar sobre la superficie gélida y resbaladiza que me sostenía. Me pasó algo raro…mientras me caía, veía cómo el tobogán comenzaba a desaparecer progresivamente en dirección a mí. Nunca terminé de caer de ese tobogán o caí demasiado bien. Hoy paso, cruzo la plaza y todavía está ahí. Hay muchos chicos divirtiéndose. Pienso que ya no estoy para esas cosas pero, ¡claro!, tengo mucho miedo.-
-Me fascina esa plaza…vamos a sentarnos en uno de esos banquitos que tiene. Podemos fumarnos un pucho, besarnos y si está todavía el tobogán…quiero que te deslices sobre el. Yo te voy a esperar abajo.-te afirmo.
-Tengo miedo.-me respondés.
-¿De qué?-
-“…de este mundo no podemos caernos…”, las ideas caminan sobre nubes ilusorias y el ocaso de los movimientos es el comienzo de la eternidad de una historia que escapa a su esencia de tinta y se convierte en papel.-
-Tenés razón. Pero sí puedo sentir que me estoy cayendo.-
-Es cierto. Solo que en ese momento y, siempre que te acompañe, voy a ser parte del sentimiento que te desborda y no habrá más precipicio porque seré yo el precipicio mismo, será todo alegría ilimitada, una risa carcajeante nublando el cielo de la temporalidad; volviéndose un universo inventado donde solo habrá cordilleras de sublimes palabras y valles de vertiginosa insensatez. Un mundo contradictorio cargado de movimiento, de ilustre devenir.-
-“Seré caída y me acogerás. Seré llanto y me consolarás. Seré yo misma y vos me libertad.”-

Me besás y te beso. Sentimos que caemos, sentimos que volamos pero no lo sabemos…quizá ya no estamos aquí…porque quizá te escuche decir una vez más:”Bienvenido al mundo…”

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